jueves, 29 de agosto de 2013

Mentiras sobre el Yasuní II. "El gobierno cometió errores, pero no fueron determinantes"


2) El gobierno cometió errores, pero no fueron determinantes


Contrariamente a lo que señaló el presidente en la cadena nacional del 15 de agosto del presente año, el gobierno cometió muchos errores y estos fueron determinantes para el fracaso parcial de la iniciativa Yasuní-ITT.

En primer lugar, durante la sabatina del 9 de enero de 2010, el presidente se negó a firmar el acuerdo para la creación del fideicomiso internacional a cargo del PNUD para recibir los fondos, bajo el pretexto de que atentaba contra la soberanía del país. El presidente no entendió o no quiso entender cómo funciona un fideicomiso internacional. Se trata de una herramienta jurídica que garantice justamente que el gobierno ecuatoriano no haga cualquier cosa con el dinero recibido y lo utilice en proyectos de remediación ambiental, conservación del medio ambiente, desarrollo comunitario, economía social y solidaria, especialmente en la Amazonía. El presidente vio esto como una insoportable intromisión y amenazó a los donantes: si querían imponer esas condiciones al Ecuador, podían quedarse con su dinero y el país empezaría a explotar el ITT. En realidad, en la primera versión del fideicomiso, el Ecuador tenía mayoría, con tres delegados en la comisión directiva, mientras los donantes tenían dos.

La incapacidad del gobierno para entender el funcionamiento de un fideicomiso internacional y la arrogancia con la que trató a los donantes afectó gravemente a la credibilidad de la iniciativa en el exterior y motivó la renuncia de media Comisión negociadora: uno de los principales ideólogos de la Revolución ciudadana (Fánder Falconí) y ecologistas de renombre (Roque Sevilla, Yolanda Kakabadse) se retiraron de la Comisión como símbolo de protesta. A los pocos meses, se firmó un segundo fideicomiso, que no tenía diferencias sustanciales con la versión original. Todo quedó en un show mediático que buscaba dar puertas adentro la imagen de un gobierno firme, dispuesto a defender la soberanía del país, pero que puertas afuera arruinó la confianza que los donantes podían tener en la iniciativa Yasuní-ITT.

Pero el gobierno no se quedó ahí, sino que profundizó sus errores. Tras el exabrupto de la sabatina del 9 de enero de 2010, el presidente nombró a un nuevo equipo negociador, encabezado por una mujer con un cuestionable pasado político y completamente ajena a las temáticas ambientales: Ivonne Baki, porrista del TLC con Estados Unidos, exministra de Lucio Gutiérrez y organizadora de Miss Universo. Nombrar a semejante personaje al frente del proyecto más revolucionario del gobierno restaba toda credibilidad a la iniciativa.

Más allá de la composición del equipo negociador y de los vaivenes del presidente sobre el fideicomiso, el gobierno mantuvo actitudes contradictorias en torno a la iniciativa. Dos proyectos que el gobierno siempre buscó impulsar sin ningún empacho contradecían la iniciativa Yasuní-ITT: la construcción de la Refinería del Pacífico en Manta y los planes para la explotación del bloque 31, en pleno parque Yasuní, al lado del ITT.

En todos los informes sobre la Refinería del Pacífico, se prevé que la refinería tratará 100 000 barriles diarios provenientes del ITT. Aunque el gobierno desmienta estas cifras, no tiene sentido, en todo caso, realizar una inversión de unos 12 000 millones de dólares en una nueva refinería sin expandir la frontera petrolera del país, en el Yasuní o hacia la Amazonía centro-sur, ya que la producción petrolera se ha estancado en los últimos años. Esta contradicción levantó inquietudes entre los países donantes a las que los miembros de la Comisión negociadora tuvieron dificultad en responder [1].

Por otro lado, el gobierno nunca ocultó su voluntad de explotar el bloque 31. Sin embargo, esto plantea dos problemas que explicaremos a continuación: la explotación de bloque 31 solo tiene sentido si se explota el ITT al mismo tiempo, y la concesión otorgada por el Estado a Petroamazonas para el bloque 31 carece de valor jurídico.

La explotación del bloque 31 es contradictoria con la iniciativa Yasuní-ITT. En primer lugar, no se puede hacer campaña a nivel internacional sobre la conservación del ITT si se va a extraer petróleo del bloque 31, que se encuentra al lado y comparte las mismas carcterísticas biológicas que el ITT. En segundo lugar, la explotación del bloque 31 no tiene sentido sin la explotación concomitante del ITT, ya que el primero no dispone de reservas significativas de petróleo. Como lo señala la campaña Amazonía por la vida [2], si se explotara el bloque 31, la actividad extractiva decaería rápidamente de un pico de 30 000 barriles diarios hasta estabilizarse a alrededor de los 3 000 (según el informe de Petrobras, inicialmente a cargo del bloque). La explotación del ITT proporcionaría, en cambio, unos 100 000 barriles diarios por años y la producción no bajaría de 60 000 durante treinta años. Queda claro, entonces, que la explotación del ITT es mucho más rentable que la del bloque 31 y que la explotación de este último no tiene sentido sin la del primero. El plan del gobierno de extraer crudo del bloque 31 era una señal ambigua que mermó la credibilidad de la iniciativa Yasuní-ITT.

En un principio, la concesión del bloque 31 había sido entregada a Petrobras, pero tras la salida de esta empresa del país, fue reasignada a Petroamazonas. El problema es que el 80% del territorio del bloque 31 se encuentra en el parque Yasuní y que hasta tanto, se había aprobado la Constitución de Montecristi, que prohíbe expresamente la extracción de recursos naturales en áreas protegidas, a menos que el presidente reciba autorización de la Asamblea Nacional. Recién esta semana el presidente envió la petición para explotar el bloque 31 junto con el ITT (lo que confirma que la explotación de ambos bloques va de la mano), aunque desde hace tiempo, el gobierno ya ha estado interviniendo en el bloque 31, preparándolo para la explotación y causando estragos en el ecosistema de la zona, a pesar de no contar con la autorización del poder legislativo. Por ende, la concesión de Petroamazonas es ilegal. La Asamblea debe primero aprobar la explotación del bloque 31 para que el gobierno pueda luego otorgar la concesión a Petroamazonas.

Consciente de los problemas que plantea la explotación del bloque 31, María Paula Romo, tras su salida del movimiento PAÍS, propuso en dos ocasiones al pleno de la Asamblea Nacional, primero, que se revierta la concesión de Petroamazonas para el bloque 31 por ser anticonstitucional, segundo, que se incorpore el bloque 31 a la iniciativa Yasuní-ITT, ya que se encuentra principalmente en una zona protegida y su explotación no tiene sentido sin la del ITT.


En ambas ocasiones su moción no obtuvo mayoría, debido a la abstención de los asambleístas de PAÍS, temerosos de contradecir los planes del gobierno.

En materia de derechos humanos, las contradicciones del gobierno también saltan a la vista. Uno de los principales argumentos a favor de la iniciativa Yasuní-ITT es que se preservaría el territorio de los dos últimos pueblos indígenas en aislamiento voluntario del país, los Tagaeri y los Taromenane, tal como lo manda la Constitución de Montecristi (art. 57). Por si esto fuera poco, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos emitió medidas cautelares en 2006 a favor de los pueblos no contactados del Ecuador, por la presión que sufrían sus territorios, cada vez más cercados por la extracción petrolera y la colonización. El gobierno se comprometió a cumplir estas medidas y diseñó un Plan de Medidas Cautelares para la Protección de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario, a cargo del Ministerio del Ambiente, con la supervisión del Ministerio de Justicia.

Sin embargo, en su fallido intento por reformar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, el presidente Correa buscó retirar a la Comisión la facultad de dictar medidas cautelares para que solo lo pudiera hacer la Corte de San José, que tarda mucho más en tomar decisiones. Al fracasar su proyecto de reforma, el presidente anunció que no acataría más las medidas cautelares de la Comisión. No se puede a la vez hacer propaganda sobre una iniciativa que busca proteger a los pueblos en aislamiento voluntario conforme a la Constitución y las medidas cautelares de la CIDH y criticar la facultad de la CIDH de dictar medidas cautelares.

Los diversos incidentes que se registraron en los últimos años en torno a pueblos no contactados (la muerte de un maderero en 2008, de una familia de colonos en 2009, de los ancianos Waorani Ompore y Buganey en 2013, todas a manos de guerrero de pueblos aislados, y la masacre de Taromenanes por guerreros Waorani este año) restaban puntos a la iniciativa, ya que demostraban la incapacidad del Estado para proteger a los pueblos aislados. La indiferencia con la que el gobierno recibió la noticia de la masacre de Taromenanes en marzo de este año fue probablemente la negligencia que más daño le hizo a la iniciativa.

Finalmente, no tenía sentido hacer campaña por la iniciativa Yasuní-ITT para proteger a los grupos aislados cuyo territorio se encuentra parcialmente en el ITT y el bloque 31, mientras se expandía la frontera petrolera al este de la vía Auca-Tiwino, en el sector Armadillo, una zona donde hay aún más indicios de la presencia de aislados, como lo demuestran varios incidentes ocurridos en la zona (la muerte de madereros en 2005, 2006 y 2008 y la muerte de Sandra Zavala y sus dos hijos en 2009). A pesar de la evidencia, el gobierno negó la presencia de no contactados en la zona, y continuó con la licitación de bloques del sector, como el bloque Armadillo (55), violando la Constitución, que prohíbe sin excepciones la explotación de recursos naturales en el territorio de los pueblos no contactados (art. 57). En suma, si el Estado quería proteger a los pueblos en aislamiento voluntario, ¿por qué se buscaba proteger solo a los grupos del ITT y no a los del sector Armadillo, que se encuentran bajo mayores presiones exógenas (explotación petrolera, colonización, extracción ilegal de madera)?

En conclusión, ya quedó establecido que la iniciativa Yasuní-ITT no fue el fiasco financiero que dice el presidente. Pero si el gobierno no hubiera incurrido en todas las contradicciones que se mencionó, la suma recaudada sería netamente superior.




[1] Entrevista a Roque Sevilla, Contacto directo, 16 de agosto de 2013,

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