lunes, 2 de septiembre de 2013

Mentiras sobre el Yasuní V. "No hay pueblos indígenas en aislamiento voluntario en el ITT"


5) No hay pueblos indígenas en aislamiento voluntario en el ITT, por lo que no hay obstáculo para explotarlo



Ya quedó establecido que con la explotación del ITT, es imposible que se afecte solo el 1‰ del parque Yasuní. Si se acepta esta idea, queda claro, entonces, que la explotación afectará el territorio de los pueblos en aislamiento voluntario que la iniciativa Yasuní-ITT buscaba proteger. Durante seis años, el gobierno insistió en que el principal beneficio de la iniciativa era garantizar la supervivencia de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario que viven en la zona.

Sin embargo, desde que el presidente anunció la explotación del ITT el 15 de agosto pasado, varios funcionarios o exfuncionarios del gobierno han negado la presencia de los pueblos no contactados en el ITT, como Marcela Aguiñaga, exministra del Ambiente y segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Wilson Pástor, exministro de Recursos no Renovables, o Lenin Lara, ministro de Justicia, el titular de la cartera justamente encargada de proteger a los pueblos en aislamiento voluntario y ejecutar el plan de medidas cautelares dictadas a su favor por la CIDH.

¿Por qué negar de pronto la presencia de los pueblos no contactados en el ITT, contradiciendo lo que el gobierno ha venido afirmando por seis años? En realidad, para el gobierno es de vital importancia negar que el ITT forme parte del territorio de los Tagaeri y los Taromenane para volver constitucional la explotación de la zona. Según la Constitución, la explotación de recursos naturales está prohibida en las zonas protegidas, a menos que, de manera excepcional, el presidente siga el procedimiento del artículo 407, lo que significa que, si el ITT solo perteneciera a una zona protegida (el parque Yasuní), la explotación procedería constitucionalmente. Pero el ITT no solo pertenece a una zona protegida, sino que además es parte del territorio de los dos últimos pueblos en aislamiento voluntario del país. Sobre estos pueblos, la Constitución del Ecuador dice:

Los territorios de los pueblos en aislamiento voluntario son de posesión ancestral irreductible e intangible, y en ellos estará vedada todo tipo de actividad extractiva. El Estado adoptará medidas para garantizar sus vidas, hacer respetar su autodeterminación y voluntad de permanecer en aislamiento y precautelar la observancia de sus derechos. La violación de estos derechos constituirá delito de etnocidio, que será tipificado por la ley (art. 57).

No se establece en este artículo excepción alguna para la extracción de recursos naturales, lo que implica que, si hay pueblos no contactados en el ITT, la explotación de los tres campos es irremediablemente anticonstitucional. Por lo tanto, para el gobierno, la mejor manera de sortear este obstáculo es negar la presencia de pueblos en aislamiento voluntario en el ITT.

El año pasado, el ministerio de Justicia, en ese entonces a cargo de Johanna Pesántez, incluyó en un informe a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el proceso de rendición de cuentas sobre la ejecución del plan de medidas cautelares, un mapa que indicaba la presencia de cuatro grupos aislados en la Amazonía ecuatoriana. En él, se mostraba que el territorio de los cuatro grupos se encontraba en mayor o menor medida en contacto con bloques petroleros: el grupo Nashiño con el bloque 31 y el ITT; el grupo Cunchiyacu con el extremo sur del bloque 17; el grupo Vía Maxus con el 14, 16 y 17; el grupo Armadillo, con el bloque Armadillo, el 14, 16 y 17, entre otros. La versión del ministerio del Ambiente era la misma:



Tras la decisión del gobierno del explotar el ITT, el ministerio de Justicia elaboró de inmediato un nuevo mapa, muy diferente al anterior. En el nuevo mapa, ya no hay cuatro grupos, sino solo tres, y todos se encuentran básicamente en la zona intangible. Dos no tienen contacto alguno con ningún bloque petrolero, y el tercero apenas. El ministerio fue incluso más lejos que el exministro de Recursos no Renovables, Wilson Pástor, quien recientemente afirmó que no había pueblos aislados en el ITT, sino en el bloque Armadillo (bloque 55), a pesar de venir diciendo lo contrario por mucho tiempo [1]En el mapa del ministerio de Justicia, ya no aparecen grupos aislados ni en el ITT ni en la zona del bloque Armadillo.




El gobierno aduce que no tiene pruebas de que el ITT sea una zona de asentamiento o de tránsito de los Tagaeri y Taromenane. El mayor argumento a su favor es que las 20 cámaras trampa que se han instalado en el parque Yasuní, que tiene una extensión de un millón de hectáreas, solo han tomado fotos de animales y no de personas, por lo que no hay pruebas de presencia de los pueblos no contactados. En primer lugar, 20 cámaras son insuficientes para monitorear un área tan grande, más aún cuando llevan muy poco tiempo en funcionamiento y cuando los pueblos en aislamiento voluntario son seminómadas y hacen un uso extensivo de su territorio. Es decir que el método usado es ineficiente. Por lo demás, recurrir a una tecnología (las cámaras trampa) que se usa para rastrear animales muestra la poca estima que el gobierno tiene por los pueblos no contactados (por no decir que es racista). Las cámaras trampa normalmente se ubican donde se ha encontrado, por ejemplo, la huella de un animal, con la esperanza de que dicho animal vuelva a pasar por ahí después de algún tiempo. Pero los pueblos en aislamiento voluntario son personas, son inteligentes y no se guían por sus instintos, por lo que cambian sus patrones de movilidad.

Hay una incomprensión total por parte del Movimiento PAÍS del modo de vida de estos pueblos. Cuando en la ceremonia de despedida de Ivonne Baki en el hotel Marriott, un periodista le preguntó a Marcela Aguiñaga qué pasaría con los pueblos no contactados, porque son nómadas y necesitan un territorio extenso para sobrevivir, la exministra del Ambiente respondió con una pregunta: "O sea que si los no contactados van al Coca, ¿tenemos que evacuar el Coca?" [2]

Es cierto que el ITT no es un lugar de asentamiento de pueblos en aislamiento voluntario, pues se trata de una zona muy pantanosa no apta para asentamientos humanos. Sin embargo, el territorio de los pueblos indígenas no se limita al lugar de asentamiento, sino que comprende un espacio mucho mayor. Habitación no es sinónimo de territorialidad. El ITT es una zona de tránsito, fuente de medicinas y alimento para estos pueblos. Como lo señala el Observatorio de Derechos Colectivos, los pueblos en aislamiento voluntario, por su carácter nómada, hacen un uso extensivo de su territorio y este no puede limitarse a la zona intangible. Estos pueblos realizan movimientos circulares, que los llevan a asentarse de nuevo en un mismo lugar después de 30 o 40 años. Este modo de vida no es un capricho, sino que responde a una lógica de regeneración de los ecosistemas. Por lo tanto, que no se haya observado Tagaeris o Taromenanes en el ITT, a través, además, de un método dudoso (las cámaras trampa), no significa que la zona no forme parte de su territorio.

La ocupación por terceros de los territorios de los grupos aislados crea una gran presión sobre estos últimos. Solo el constante ruido, por ejemplo, producido por la exploración sísmica en 3D, la tala de árboles, el transporte de material y personal en helicóptero, la construcción de la infraestructura, ahuyentará a buena parte de la fauna de la que dependen los pueblos en aislamiento voluntario para su supervivencia. La presión ejercida sobre estos pueblos desemboca en enfrentamientos entre sí y con pueblos de reciente contacto (Waoranis) o colonos indígenas y mestizos de las zonas aledañas a su territorio. Prueba de ello es, por ejemplo, la muerte de Sandra Zavala y sus hijos en el 2009, a manos de guerreros no contactados, o la matanza de un grupo importante de Taromenanes (hasta 30 personas), en el mes de abril, por indígenas Waoranis, trágicos eventos que el gobierno niega hasta ahora.

El exministro Wilson Pástor indicó que si se llegara a descubrir la presencia de no contactados en el ITT, se aplicaría los protocolos del caso, que podrían llevar hasta la suspensión definitiva de la extracción petrolera [3]Su aparente buena voluntad es difícil de creer. En diciembre del 2008, el ministerio del Ambiente ordenó la suspensión de la exploración sísmica en el campo Armadillo, debido a la evidencia de la presencia de grupos no contactados.  En el 2009, tras la muerte de Sandra Zavala y sus hijos, la ministra del Ambiente, Marcela Aguiñaga, envió un oficio al ministerio de Recursos No Renovables, indicando que, en caso de que se verificara la presencia de grupos aislados en la zona donde murió la familia de Sandra Zavala (el campo Hormiguero sur del bloque 17), se debería suspender inmediatamente toda actividad extractiva. La ministra nunca recibió una respuesta oficial. La única respuesta que obtuvo fue una reprimenda por parte de los titulares de los sectores estratégicos, como el proprio Wilson Pástor, en ese entonces gerente de Petroamazonas, que le hicieron entender que no se podía suspender un proyecto petrolero. Wilson Pástor, de hecho, insistió en que no había pueblos aislados en la zona, a pesar de la abundante evidencia, y que el ataque a la familia Duche-Zavala eran hechos prefabricados. Después de haber sido regañada y tras oponerse a la expansión de la frontera petrolera al este de la vía Aucas-Tiwino (bloque Armadillo, campo Hormiguero sur) por un año, la ministra Aguiñaga cambió súbitamente de parecer. Aunque no negaba la presencia de grupos aislados, dio permiso para la exploración del bloque Armadillo. ¿A la luz de este ejemplo, se puede creer, por ende, que en caso de indicios que señalen la presencia de grupos aislados en el ITT, el gobierno abandonará la zona permanentemente una vez iniciada la explotación?

Tanto la Constitución ecuatoriana como la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos mandan a proteger los derechos de los pueblos no contactados, como el derecho a la autodeterminación (la decisión de permanecer en aislamiento), a la salud (estos pueblos son vulnerables a las enfermedades de nuestra sociedad envolvente), al territorio (que no se limita al área de asentamiento). El artículo 57 de la Constitución no sufre excepciones y las medidas cautelares dictadas por la CIDH a favor de los pueblos aislados en 2006 son vinculantes para el Ecuador.

Para comprender mejor lo que está en juego, es recomendable leer este folleto publicado por el Observatorio de Derechos Colectivos del Centro de Derechos Económicos y Sociales (CDES):



Lo que se debe entender sobre la explotación del ITT es que no es solo una cuestión de preservación del medioambiente, sino también un problema de derechos humanos. Una vez que está claro que la explotación del ITT no va a afectar solo el 1‰ del parque Yasuní y que el ITT forma parte del territorio de los Tagaeri y los Taromenane, la explotación de los tres campos se vuelve anticonstitucional y ningún procedimiento especial puede cambiarlo. Si la Asamblea aprueba la declaratoria de interés nacional y autoriza la explotación, dicha autorización carecería de valor jurídico y las asambleístas y los asambleístas que votaran a favor estarían incurriendo en el delito de etnocidio (art. 57 de la Constitución), junto con el gobierno.




[1] Entrevista a Wilson Pástor, El Universo, 25 de agosto de 2013,
http://www.eluniverso.com/noticias/2013/08/25/nota/1336841/wilson-pastor-si-hay-evidencia-pueblos-se-aplicara-protocolo.
[2] “La actriz que no aprendió a llorar”, El Hoy, 25 de agosto de 2013,
[3] Entrevista a Wilson Pástor, op. cit.

Mentiras sobre el Yasuní IV. "No se afectará más del 1‰ del Parque Yasuní con la explotación del ITT"


4) No se afectará más del 1‰ del parque Yasuní con la explotación del ITT


Cuando el presidente anunció la explotación del ITT, indicó que se intervendría en una superficie no mayor al 1% del parque Yasuní. A las pocas horas, rectificó diciendo que sería solo el 1‰. De este modo, no se afectaría al parque, porque se conservaría el 999‰.

Puede que los campos ITT representen solo el 1% o 1‰ del parque Yasuní, pero es una mentira decir que el 999‰ restante va a ser preservado. Buena parte del parque Yasuní ya está siendo explotada (bloque 16) y otra parte ya está intervenida (bloque 31).

El bloque 16 representa la primera penetración de las petroleras en el parque Yasuní. Este bloque fue licitado a Conoco en 1986. Tras el retiro de esta empresa, el bloque quedó a cargo de la compañía Maxus, que construyó una carretera que lleva su nombre y permite ir del pueblo de Pompeya, en el río Napo, hasta el corazón del territorio Waorani, en las inmediaciones de la comunidad de Yarentaro (cerca de donde se produjo la última matanza de Taromenanes a manos de guerreros Waoranis), pasando por buena parte del parque Yasuní. El bloque 15 y sobretodo el 14 se encuentran, además, parcialmente en el parque Yasuní. La vía Maxus crzua el bloque 14 hasta llegar al 16. La explotación petrolera ya ha causado graves estragos en la zona occidental del parque Yasuní. Es un error que el 999‰ del parque está intacto.

El bloque 31, que se encuentra al lado del ITT, aún no está operando, pero ya se hicieron los estudios para la exploración sísmica del bloque, se abrieron trochas, se construyó la infraestructura necesaria para la extracción petrolera e incluso una gran carretera que parte en dos al bloque.

En otras palabras, el ITT corresponde a la zona aún intacta del parque Yasuní, al último corredor de bosque aún intacto que reúne la zona intangible con el parque Cuyabeno. El resto ya se está explotando o está listo para la explotación.

Por consiguiente, aunque la explotación del ITT afecte solo 1‰ del Yasuní, la explotación petrolera ya está alterando los ecosistemas del parque en una superficie mucho mayor (como el bloque 16, en funcionamiento desde hace años).

Por otra parte, es necesario analizar críticamente la proporción anunciada por el gobierno. En primer lugar, el presidente habla del 1‰ del parque Yasuní, no del 1‰ del bloque ITT. El 1‰ del parque representa 1 000 hectáreas, o sea casi dos Parques Metropolitanos de Quito, lo cual no es poca cosa para una zona tan biodiversa. Finalmente, ese 1‰ no corresponde a un bloque compacto: la zona de explotación estará dispersa entre diferentes plataformas y pozos reunidos entre sí por tuberías, oleoductos y senderos.

Una de las principales vulnerabilidades de las zonas megadiversas es que, aunque contienen una inmensa cantidad de especies, cada una de ellas cuenta con escasos ejemplares. Cualquier actividad extractiva a gran escala es una seria amenaza para la biodiversidad de dichas zonas, así sea en un espacio reducido. El informe de la propia empresa Ecuacorriente señala que con la explotación de los yacimientos mineros del proyecto Mirador se extinguirán al menos tres especies de reptiles y anfibios en la Cordillera del Cóndor, informe que además probablemente esté subestimando las consecuencias ambientales del proyecto, ya que fue elaborado por la propia empresa y no de manera independiente. Si esas son las perspectivas en la Cordillera del Cóndor, ¿cuántas especies se extinguirán con la explotación del ITT, una zona aún más biodiversa?

Los estragos causados por la extracción petrolera empiezan desde la fase exploratoria. Para determinar el tamaño de los yacimientos petroleros, es necesario realizar una exploración sísmica en 3D, para lo cual se requiere cuadricular el parque Yasuní abriendo trochas de kilómetros y kilómetros parque adentro y poner explosivos en cada esquina. Eso hay que hacerlo en todo el ITT y no solo en el famoso 1‰ del parque. Los daños ambientales causados por la sísmica tridimensional son nefastos: las explosiones causan gran destrucción y producen ruidos de altísima intensidad, que pueden llevar a varias especies a migrar fuera del área protegida.

La extracción en sí misma produce gran contaminación. El Ecuador ya tuvo la amarga experiencia de la explotación irresponsable a manos de Texaco, adquirida luego por Chevron. De hecho, los 30 000 demandantes de Chevron pidieron al presidente que rectifique y no permita la explotación del ITT. Ellos conocen, más que nadie, los impactos ambientales de la extracción petrolera.

El gobierno indica, sin embargo, que la tecnología permite hoy en día explotar los yacimientos con un impacto ambiental mínimo. La explotación del ITT está a cargo de Petroamazonas, empresa que, según el gobierno, dispone de la tecnología suficiente para extraer el petróleo del ITT sin contaminar. Sin embargo, Petroamazonas no tiene un historial muy alentador. Desde que la empresa asumió el campo Libertador en el mes de enero, por ejemplo, se han producido siete derrames en el campo, a razón de uno por mes. Si esas pulcras tecnologías de punta existen en el país, ¿por qué Petroamazonas no las está usando ya en los campos en actividad, a ver si nos convence de su eficiencia? Por la simple razón de que ni las grandes empresas petroleras, con los mayores estándares ambientales, logran extraer petróleo del subsuelo sin daños ambientales y la alta tecnología no es garantía de que no se produzcan accidentes. El mejor ejemplo es el de la British Petroleum en el Golfo de México en el 2010.



Más allá del debate sobre la tecnología para la extracción, el manejo de los desechos es otra cuestión de vital importancia. El petróleo del ITT es muy pesado y su procesamiento produce muchos desechos, básicamente agua de formaciones (con altos niveles de salinidad y metales pesados) que se encuentra en el subsuelo y se extrae junto con el petróleo. Si con el crudo promedio que se explota en el Ecuador, la cuarta parte de los barriles que se extraen del subsuelo son de petróleo y el resto de desechos, la proporción de desechos aumenta en el caso del crudo del ITT: 1 barril de petróleo por 9 de desechos. Si las reservas del ITT están evaluadas en alrededor de 920 millones de barriles de crudo, eso significa más de 8 000 millones de barriles de desechos tóxicos. ¿Qué se hará con tantos desechos? El gobierno en un principio pensaba almacenarlos en Shushufindi. Pero al ser el mayor campo petrolero del Ecuador, Shushufindi es la zona más contaminda de la Amazonía y del país por la explotación petrolera. No parece que Shushufindi pueda absorber más desechos y más contaminación [1]. El gobierno, al darse cuenta de eso, decidió entonces depositar los desechos en el campo Edén-Yuturi, otra zona fuertemente deforestada y contaminada por la extracción petrolera. Las piscinas de desechos están saturadas en este campo, así que no podrán dar abasto a miles de millones de barriles de desechos provenientes del ITT. Lo más probable es, por lo tanto, que los desechos terminen siendo reinyectados directamente en el subsuelo del ITT, al puro estilo Texaco-Chevron. El ITT, además, es muy vulnerable a posibles derrames y a la contaminación petrolera, ya que contiene escasos ríos por ser más bien una zona pantanosa.

A los estragos producidos por la explotación, habrá que añadir aquellos causados por el transporte del petróleo. Está previsto que el crudo del ITT sea procesado en la Refinería del Pacífico de Manta. Para el efecto, se requerirá la construcción de un nuevo oleoducto. El Ecuador, lamentablemente, ya conoce perfectamente los riesgos de los oleoductos, por más que estén construidos con la mejor tecnología. Apenas en junio de este año, se produjo un derramamiento tan masivo del SOTE, que el presidente tuvo que pedir disculpas a Perú y a Brasil por la contaminación causada en el Río Napo, afluente del Amazonas (aunque no se las pidió a los ecuatorianos y las ecuatorianas). El OCP, más reciente, inaugurado hace apenas 10 años, supuestamente más seguro, ya se ha roto en dos ocasiones, una vez en la provincia de Napo en el 2009 y otra vez, este año, en el mes de abril, contaminando gravemente el río Wincheles en la provincia de Esmeraldas. ¿Qué se puede esperar de un oleoducto todavía más largo, que cruce medio país desde el ITT hasta Manta? El gobierno dice que todos los oleoductos y tuberías estarán enterrados. Difícil de creer: ¿por qué no se lo hace ya en otros bloques petroleros? Eso supone, de todos modos, despejar una amplia zona de lado y lado para realizar el mantenimiento necesario. Los graves riesgos que traen los oleoductos explican, por ejemplo, la gran resistencia que está produciendo en Estado Unidos la construcción del Keystone XL pipeline, destinado a transportar petróleo bituminoso de las tar sands de Alberta hasta las refinerías del Golfo de México.

Los impactos producidos por la exploración de los yacimientos, la explotación y el transporte del petróleo afectarán a todo el ITT y no al 1‰ del parque Yasuní. Creer que existen técnicas de extracción casi virginales es una falacia.

Finalmente, uno de los principales riesgos de la explotación petrolera es la construcción de carreteras para transportar el material y el personal necesarios a la explotación. El problema de las carreteras en la selva es que dan paso a la implantación de colonos, que acentúan la presión sobre el frágil ecosistema amazónico y sobre los pueblos en aislamiento voluntario, y a los madereros ilegales, que aceleran la deforestación de la Amazonía. Existe además, una clara correlación entre la presencia de carreteras y la deforestación. Por lo tanto, mirar al gobierno del presidente Correa con buenos ojos porque construye carreteras no es necesariamente la posición más acertada. Habría que ver, en primer lugar, para qué se construyen las carreteras. Tal vez la ampliación a seis carriles de la vía Otavalo-Ibarra, la circunvalación de El Carmen, la ampliación a cuatro carriles en algunos tramos de la vía Aloag-Santo Domingo, por solo citar algunos ejemplos, valgan la pena. Pero muchas veces, las nuevas carreteras están al servicio de los planes extractivistas del gobierno. Es evidente que la carretera de Íntag, por ejemplo, se construyó para permitir la explotación minera que el gobierno quiere iniciar en la zona. La carretera que atraviesa el bloque 31 tiene por objetivo final llevar al ITT, ya que el bloque 31 dispone de demasiado poco petróleo como para justificar semejante obra de infraestructura.

No obstante, según el gobierno, no se va a construir carreteras en el parque Yasuní para acceder al ITT, sino únicamente senderos relativamente estrechos, de 4 metros de ancho, y ecológicos que no harán daño al medioambiente y cuyo acceso estará estrictamente vigilado y restringido al personal necesario para la explotación. La mayor parte del material y de los trabajadores serán trasportados por helicóptero y no por vía terrestre. En primer lugar, 4 metro de ancho ya hace una carretera. Por otra parte, es difícil de creer que se pueda desplazar todo el material necesario para la construcción de las plataformas petroleras y los servicios del personal a través de senderos y helicópteros. Finalmente, las carreteras que atraviesan otros bloques ya en actividad empezaron de igual manera, como senderos destinados exclusivamente a la actividad petrolera, pero, a pesar de los controles, terminaron siendo una vía de ingreso para colonos y madereros ilegales.


En suma, queda claro que la explotación del ITT afectará mucho más que el 1‰ del parque Yasuní y afirmar lo contrario es simplemente una mentira. El gobierno, al explotar el ITT y provocar todos los daños enunciados anteriormente, estaría vulnerando los derechos de la naturaleza reconocidos por la Constitución de 2008 e incurriendo en delitos contra la naturaleza, delitos que según la Constitución no prescriben.




[1] Amazonía por la vida, Impactos previsibles de la actividad petrolera dentro del Yasuní,
http://www.amazoniaporlavida.org/es/Parque-nacional-Yasuni/impactos-previsibles-de-la-actividad-petrolea-dentro-del-yasun.html