viernes, 5 de julio de 2013

Julio César Trujillo, una vida dedicada a la defensa de los derechos humanos.

El día de ayer, la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito, entregó, a través de su rector, Enrique Ayala Mora, un doctorado honoris causa a Julio César Trujillo por su trayectoria como defensor de los derechos humanos. Este reconocimiento debe servir de ocasión para recordar la infatigable lucha de Julio César Trujillo por la democracia, los derechos humanos y los derechos colectivos de los pueblos ancestrales.

Julio César Trujillo obtuvo un doctorado en jurisprudencia en la Universidad Católica, donde también fue profesor. Su identidad política se funda sobre los principios de la democracia cristiana. Militó en el ala progresista del Partido Conservador (sí, existía un ala progresista en el partido conservador, influenciada, por ejemplo, por la Teología de la liberación, de la que Trujillo era partidario). La rigidez de este partido lo llevó a alejarse de dicha tienda política. Durante la dictadura militar luchó por el regreso a la democracia. En ese momento, Julio César Trujillo aparecía como una de las principales amenazas para el triunvirato formado en 1976, por lo que la dictadura lo desterró a la Amazonía e impidió el registro del nuevo partido que fundó en 1977, la Democracia Popular, un partido demócrata cristiano destinado a representar una alternativa más progresista a la derecha tradicional (Partido Conservador y Partido Socialcristiano). A pesar de que la Democracia Popular no fue legalmente reconocida por la dictadura, formó alianza con la Concentración de Fuerzas Populares (CFP) de Jaime Roldós, que ganó las elecciones presidenciales de 1979. La democracia cristiana obtuvo la vicepresidencia de la República con Oswaldo Hurtado.

Al finalizar el mandato de este último, convertido en presidente por la trágica muerte de Roldós, Julio César Trujillo se presentó a las elecciones presidenciales de 1984, las segundas desde el regreso a la democracia, pero obtuvo un resultado desastroso a causa de la impopularidad del gobierno de Oswaldo Hurtado, después de su giro neoliberal (firma de la primera carta de intención con el FMI, sucretización de la deuda, etc.). Sin embargo, la Democracia Popular siguió identificada, al menos en teoría, con la izquierda y mantuvo una sólida alianza con la Izquierda Democrática, en ese entonces, el partido más poderoso del país, durante las presidencias de León Febres Cordero (1984-1988) y Rodrigo Borja (1988-1992). Esta ambigüedad ideológica de la democracia cristiana impidió que Julio César Trujillo dejara el partido inmediatamente.

Más tarde, en 1993, la Democracia Popular convocó a un gran congreso nacional con el objeto de redefinir la orientación ideológica del partido. El contexto histórico era desfavorable al mantenimiento de la alianza con la izquierda. Durante la presidencia de Borja, que la democracia cristiana había apoyado, cayeron el muro de Berlín y el telón de acero, eventos que parecían reforzar la idea de Margaret Thatcher según la cual “no hay alternativa” al capitalismo neoliberal más despiadado. Hasta tanto, tras las decepciones que trajo el gobierno de Rodrigo Borja frente a las altísimas expectativas que despertó su elección a la presidencia, la Izquierda Democrática se desplomó en las elecciones de 1992. Se auguraba un futuro difícil para la izquierda en el país, mientras la derecha veía cómo sus dos candidatos, Jaime Nebot y Sixto Durán Ballén, se disputaban la segunda vuelta. Ganó Durán Ballén, quien enseguida entregó el manejo económico del gobierno a su vicepresidente, Alberto Dahik, con el objetivo de aplicar las recetas del consenso de Washington en una escala nunca antes vista (León Febres Cordero no pudo impulsar el modelo neoliberal tan lejos como lo deseaba, ya que el Congreso contaba con una mayoría opositora formada por la Izquierda Democrática y, justamente, la Democracia Popular, junto con otros partidos menores de izquierda: el Partido Socialista, el FADI y el MPD). Recordemos, finalmente, que tanto Durán Ballén como Dahik eran exmilitantes socialcristianos; Durán Ballén era, además, concuñado de León Febres Cordero. En este contexto, no debe sorprender el giro a la derecha que operó la Democracia Popular, que se convirtió sin tapujos al neoliberalismo más extremo. Prueba de ello fue su alianza con el Partido Socialcristiano (al que había combatido por largos años junto con la Izquierda Democrática) en la Asamblea Constituyente de 1997 y en el Congreso de 1998. La conversión neoliberal llegó a su apogeo durante la presidencia de Jamil Mahuad (1998-2000), dominada por los banqueros y durante la cual se adoptaron medidas como la creación de la AGD, el feriado bancario, el congelamiento de fondos por un año y el salvataje bancario sin pedir garantías a los bancos.

Tras el congreso de 1993, que consagró el giro de la democracia cristiana hacia la derecha, Julio César Trujillo dejó el partido que había fundado quince años antes. Enseguida se vinculó con diversas organizaciones sociales, como los sindicatos reunidos en el Frente Unitario del Trabajo (FUT), y especialmente el pujante movimiento indígena, considerado en ese entonces como el más poderoso de América. Se acercó a Pachakutik, el brazo político de la CONAIE, fundado en 1996 y fue electo diputado de la Asamblea Constituyente de 1997, donde sus antiguos compañeros demócratas cristianos prefirieron aliarse con la derecha socialcristiana. A pesar de que la Asamblea disponía de una mayoría hostil a las ideas progresistas de Julio César Trujillo, logró, junto con otros diputados, especialmente de Pachakutik, que se incluyera en la nueva Constitución los derechos colectivos de los pueblos originarios, como el reconocimiento de las lenguas ancestrales, de la justicia indígena y del carácter multiétnico y pluricultural del Estado ecuatoriano.

En 2007, reconociendo su trayectoria de defensor de los derechos humanos, el presidente Rafael Correa lo nombró miembro de la Comisión de la verdad, junto con personajes como Elsie Monge (dirigente de la CEDHU), Pedro Restrepo (padre de los hermanos Restrepo) y Monseñor Luna Tobar (exarzobispo de Cuenca), con la finalidad de investigar las violaciones a los derechos humanos en la mayor parte del último periodo democrático, desde 1984 a 2008, especialmente durante la represiva presidencia de León Febres Cordero (1984-1988).

Durante la segunda presidencia de Correa, denunció las violaciones a la Constitución de Montecristi por parte del gobierno, que en el 2008 había hecho campaña por ella. Entre los abusos contra los que se pronunció se encuentran la consulta popular de 2011 que permitió al gobierno intervenir en el sistema judicial, la cooptación de los organismo de control por parte del ejecutivo, como la Corte Constitucional o el Consejo Nacional Electoral, el juicio de Vinicio Alvarado contra Mónica Chuji, o las presiones del gobierno sobre la justicia para que condenara al asambleísta de Pachakutik, Cléver Jiménez, por injuria calumniosa contra el presidente, a pesar de su inmunidad parlamentaria.

Hace escasos meses, María Paula Romo propuso su nombre en la Asamblea para integrar la nueva Corte Constitucional, pero su candidatura no contó con el apoyo de la bancada del movimiento PAÍS. Su nombre ha sido varias veces propuesto, además, para la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

El doctorado honoris causa que la Universidad Andina decidió otorgar a Julio César Trujillo es un justo reconocimiento a una vida de interminable lucha por los derechos humanos. El gobierno haría bien en prestar más atención a los análisis jurídicos de Trujillo, pero visiblemente el respeto a la Constitución de Montecristi no se encuentra entre las prioridades del presidente Correa que, por el contrario, ha multiplicado los ataques contra ella (la reforma al sistema judicial mediante la consulta popular de 2011, los anuncios de enmienda para eliminar la prohibición de los transgénicos y restringir la acción de protección, por citar solo algunos ejemplos).