Por el momento,
Guillermo Lasso emerge en esta campaña presidencial como el candidato predilecto
de la derecha y el principal contendor de Rafael Correa, aunque su intención de
voto aún no sea suficientemente alta como para desestabilizar al presidente.
Lasso es dueño del Banco de Guayaquil, una de las principales entidades
financieras del país. Con la ayuda de su poderoso banco construyó un movimiento
político, Creando Oportunidades (CREO) con el que pretende llegar a la
presidencia. Lasso lanzó hace algunos meses ya una millonaria precampaña para
no quedar atrás de Rafael Correa, precampaña que busca desligarlo del nefasto
recuerdo del feriado bancario de 1999 y de la imagen de candidato de la derecha
neoliberal. A pesar de su discurso, Lasso representa en la práctica a la
derecha tradicional del país, como lo demuestran tanto su propia identidad
política (I), como sus alianzas electorales (II) y las prácticas de su campaña
(III).
I) ¿Quién es realmente Guillermo Lasso?
La figura de
Guillermo Lasso es particularmente polémica porque trae a la mente los
recuerdos de los momentos más oscuros de la crisis de 1999. No abundaremos aquí
sobre los pormenores de la crisis bancaria. Recordemos simplemente que para socorrer
a los bancos moribundos (que se habían concentrado en actividades especulativas
y en créditos vinculados desde la liberalización del sistema financiero en
tiempos de Sixto Durán Ballén), el gobierno de Jamil Mahuad decretó un feriado
bancario de una semana y el congelamiento de los fondos durante un año para dar
un respiro a los bancos, evitar la hemorragia de retiros que estaban sufriendo
y darles tiempo para recapitalizarse. Luego, con el salvataje bancario, el
Estado inyectó fondos públicos en los bancos para evitar el inminente colapso
del sector financiero. En realidad, muchos banqueros aprovecharon estas
oportunidades para sacar dinero del país y dejar quebrar sus bancos, mientras los
depositantes perdían todos sus ahorros y el Estado el dinero que había prestado a los bancos. La crisis financiera se contagió al
conjunto de la economía y empobreció tanto al país que la emigración a países
desarrollados se volvió masiva.
¿Por qué se
relaciona a Lasso con el feriado bancario? Por su doble identidad de banquero y
de servidor del gobierno de Jamil Mahuad: fue gobernador del Guayas y luego
superministro de economía. Sin embargo, no existen elementos que permitan
aseverar una participación directa de Lasso en el feriado bancario o que
demuestren que él se benefició directamente de esta medida. Por otro lado, fue
nombrado ministro en agosto de 1999, después del feriado bancario de marzo del
mismo año, por lo que resulta delicado atribuirle la responsabilidad de tan
nefanda decisión.
Sin embargo, “la
figura de Guillermo Lasso no resulta ni marginal ni accidental” en el salvataje
del Banco Continental en 1996, antecedente de lo que le esperaba al país [1].
Por lo demás, Lasso primero, en tiempos de Sixto Durán Ballén, alabó la
liberalización del sector financiero que llevó a la crisis de 1998, y luego
participó en el gobierno que realizó el peor atraco de la historia del país:
feriado bancario, congelamiento de fondos, salvataje bancario. En realidad su
participación en el gobierno de Mahuad no debe sorprender. Los banqueros
aportaron millones a su campaña y luego les devolvió el favor dándoles el
control del Estado, en particular de los organismos reguladores: la Junta
Bancaria, el Banco Central, la Superintendencia de Bancos, etc.
El problema de
Guillermo Lasso no es que sea banquero. En sí eso no tiene nada de malo. El
problema es que Lasso es una de las cabezas visibles de un gremio que durante
la crisis bancaria puso sus intereses particulares por delante de las necesidades
del país, actitud que redundó en la mayor catástrofe económica a la que haya
tenido que hacer frente el Ecuador. Un gremio que para defender sus intereses
se alió con la derecha neoliberal (apoyó las reformas estructurales de Sixto
Durán Ballén, en particular la liberalización del sector bancario; contribuyó
financieramente a la campaña de Jamil Mahuad, sobre todo Fernando Aspiazu,
dueño del banco del Progreso), cooptó los organismos de control del Estado (Junta
Monetaria, Banco Central, Superintendencia de Bancos, etc.), apeló al
regionalismo más craso para evitar cualquier atisbo de regulación (la famosa “marcha de los crespones negros” que los socialcristianos organizaron en honor a Aspiazu, que fue
detenido días después…). Jamás he oído a Lasso criticar el accionar de algunos
de sus colegas banqueros. Tampoco protestó cuando era gobernador del Guayas en
tiempos de Mahuad. Cualquier persona con un mínimo de dignidad renunciaría para
no ser partícipe de decisiones tan nefastas como el feriado bancario, el congelamiento
de fondos o el salvataje bancario. Lasso no protestó, no reclamó, no renunció.
De hecho, fue premiado luego con un superministerio de economía. Este ensordecedor
silencio parece indicar un apoyo tácito a las medidas que se tomaron en ese
entonces.
Por otra parte,
Guillermo Lasso es miembro del Opus dei, institución de la Iglesia católica que
ha tenido pronunciamientos desafortunados sobre los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres y sobre la lucha de la comunidad GLBTI por la
igualdad. Tengo mis dudas sobre la capacidad de un miembro del Opus dei para
defender la laicidad del Estado y “garantizar la ética laica como el sustento
del ordenamiento jurídico y el quehacer público” (art. 3-4 de la Constitución).
Lasso ha sido demasiado vago sobre estos temas como para dar tranquilidad. Para
demostrarlo, me permito citar un fragmento de una excelente carta abierta a
Guillermo Lasso escrita por Verónica Potes:
“El Ecuador, yo incluida, no tiene certeza absoluta sobre su postura respecto a estos temas en concreto. Porque Ud. no es claro, señor Lasso. Ante la pregunta de si es liberal o conservador Ud. pretendió evadir el tema cuestionando la distinción izquierda/derecha […]. Sus declaraciones mínimas respeto al Estado laico y al derecho a la privacidad, no desvirtúan en nada mis serias sospechas de que llegado el momento de decidir entre acciones alternativas Ud. lo hará por las que mande su iglesia. Su actitud hasta se me hace familiar. Vea a Rajoy en España: liberal de media tinta durante la campaña electoral, conservador de raigambre a la hora de la verdad en estos temas.
Personas como Ud. no la tienen fácil con personas como yo –que hace rato no tengo 20 años y no doy saltitos de entusiasmo ante discursos vacuos de libertad/justicia/derechos humanos/laicismo, sino que demando propuestas concretas. Yo veo realidades, analizo conductas, su cercanía al Opus Dei me dice bastante.
Mientras Ud. pomposamente ofrece cerveza los domingos, el municipio de Nebot a cuyo partido Ud. le ha ofrecido apoyo en las elecciones de asambleístas ha emprendido una campaña de cierre de bares en Guayaquil, en algunos casos, a cuenta de que no son bares sino maricotecas –discotecas de maricones en la jerga popular.
Así que, ya ve, razones para sospechar me sobran” [2].
Efectivamente, sobran
las razones de sospechar, no sólo por el fondo muy conservador, ver
reaccionario, de Lasso con los temas de derechos sexuales y reproductivos y de
diversidad sexo-genérica, sino también por las personas o grupos con los que
Lasso quiere aliarse. Este banquero es, por excelencia, la encarnación del sistema patriarcal/corporativista de Antiguo Régimen que aún subsiste bajo ciertas formas en el Ecuador y que la derecha siempre ha defendido.
II) El reciclaje socialcristiano
Lasso ha
señalado en reiteradas ocasiones que no es el candidato de la derecha porque no
cree en las ideologías y ya no le parece pertinente la distinción entre derecha
e izquierda. Considera que, con pragmatismo, se debe rescatar lo mejor de ambas
tendencias para formar una fanesca política por el bien del país. Pero querer
complacer a la derecha y a la izquierda es imposible y es una muestra de
inconsistencia ideológica y falta de dirección política. En el caso de la minería
a gran escala, por ejemplo, ¿qué lado escogería? ¿el de las comunidades
indígenas que preservan la Amazonía o el del capital transnacional?. No se
puede escoger a ambos. Hay que desconfiar de los que buscan contentar a todo el
mundo. En política, hay que tomar decisiones y asumirlas, y estas se toman en función
de una ideología. Temerle a la palabra ideología es un error. La ideología no es
más que un conjunto de ideas que sirve de herramienta para interpretar el mundo
y un conjunto de ideas que uno busca defender. Si Lasso dice que no tiene ideología, es porque no tiene una visión del mundo ni ideas que defender.
En realidad, la
postura de Lasso tiene una función bien definida: evitar que el elector
identifique al candidato con el feriado bancario, cuya responsabilidad siempre
se atribuye a la derecha aliada de la banca y a las políticas neoliberales
aplicadas en el Ecuador en los años 1990. Este discurso sobre el pragmatismo y
la obsolescencia de la distinción entre derecha e izquierda es muy abundante
entre los actores políticos de derecha que no quieren asumir su identidad
política. Si se presta atención al discurso de Mauricio Rodas, otro
representante de la nueva derecha, las semejanzas son notables. Quienes se
identifican con la izquierda, por el contrario, asumen perfectamente su
identidad, como Ruptura, la Coordinadora Plurinacional para la Unidad de las
Izquierdas e incluso el Movimiento PAÍS y sus aliados (otra cosa es que se
pueda dudar de la pertenencia de PAÍS a la izquierda).
No obstante, esta
fachada de pragmatismo no debe engañar. Detrás del discurso, Lasso ha agrupado
a su alrededor a los vestigios de la antigua derecha ecuatoriana, demócrata cristiana
y sobre todo socialcristiana. El desplome de los partidos tradicionales después
de la revuelta de los forajidos, la elección de Rafael Correa y el proceso
constituyente, produjo una reorientación de la estrategia de la derecha
tradicional, que ya no busca presentarse directamente a las elecciones bajo las
siglas del PSC o la DP-UDC, ni presentar candidato presidencial propio. En este
contexto, Guillermo Lasso, una figura aparentemente nueva en política, es el
testaferro ideal de la derecha. Para esta última, la candidatura de Lasso se
convirtió en la ocasión perfecta para reciclar a sus viejas figuras a través de
alianzas entre CREO y movimientos provinciales presentados como independientes,
para deshacerse del estigma que pesa sobre los antiguos grandes partidos de
derecha (PSC y DP-UDC).
Los ejemplos
abundan. Después de su visita a Jaime Nebot, Guillermo Lasso anunció que CREO no
presentaría candidaturas a la Asamblea Nacional en Guayas, sino que apoyaría a
las listas de Madera de Guerrero. Este movimiento fue creado por grandes
figuras del PSC, como Jaime Nebot o Cinthia Viteri. CREO formará además
alianzas con dos movimiento provinciales fundados por ex socialcristianos:
Machete, de Manabí, creado por Leonardo Viteri, ex alcalde de Bahía de Caráquez
y actual asambleísta, y Tiempo de Cambio en Tungurahua, de Luis Fernando
Torres, ex alcalde de Ambato y ex diputado, ambos siempre electos por el PSC
hasta ahora. En Loja, la alianza es con el movimiento provincial Conciencia
Ciudadana, dirigido por el asambleísta Rafael Dávila, que no es un ex socialcristiano,
sino un antiguo diputado demócrata cristiano de la DP electo junto a Mahuad en 1998.
Los
acercamientos con algunos desertores ideológicos de la izquierda (un sector de
la Izquierda Democrática, con Andrés Páez y Henry Llanes a la cabeza, y Auki
Tituaña de Pachakutik, que prefieren aliarse con la derecha que con Alberto
Acosta y la Unidad Plurinacional) le dan a la candidatura de Lasso una falsa
pátina de consenso interpartidista que supera las diferencias ideológicas. En
realidad, Lasso representa al viejo fondo socialcristiano que se niega a morir.
En suma, por
más que Lasso se esfuerce por encarnar una renovación política, en la práctica
es simplemente el representante de la derecha tradicional, no sólo por sus
convicciones más profundas (cf. I) o por las personas que frecuenta (cf. II),
sino también por las prácticas políticas que han caracterizado su campaña.
III) Nuevos
rostros, viejas prácticas
A pesar de su
discurso presuntamente renovador, Guillermo Lasso no hace sino reproducir
varias de las viejas prácticas políticas tan desacreditadas de los últimos
treinta años de democracia.
En primer
lugar, no se puede negar el aspecto puramente personalista del proyecto de CREO.
No es un movimiento serio que se funde sobre la voluntad de ofrecerle una
alternativa real al país. Como tantos otros, se creó con la simple finalidad de permitir una
candidatura presidencial, en este caso, la de Lasso. En ese sentido, CREO es igual
que el PRE de Abdalá Busaram, el PRIAN de Álvaro Noboa, PAÍS de Rafael
Correa, EQUIPO de Fabricio Correa, SUMA de Mauricio Rodas, partidos que se
fundaron para auspiciar una candidatura presidencial y cuyo proyecto empieza y
termina con su respectivo líder. El procedimiento debe ser inverso: crear un movimiento,
dotarlo de sólidos principios ideológicos, darle organicidad y luego
reflexionar sobre las candidaturas. Ese es el camino que ha seguido Ruptura.
Ese es el camino que siguieron los demás partidos de izquierda cuando
decidieron formar la Unidad Plurinacional.
La candidatura
de Lasso recuerda el sistema político anterior a la Constitución de
Montecristi, cuando era candidato, y presidente, el que más dinero tenía,
porque era el que más pautas publicitarias podía comprar en los medios. Según
la Constitución, la campaña debe ahora financiarse con fondos públicos
equitativamente repartidos, para que todos los candidatos estén en igualdad de
condiciones y no sea el tamaño de sus billeteras lo que determine el resultado.
En la práctica no es así, porque no existe regulación que limite el dinero que
se gasta en precampaña. Guillermo Lasso se queja del uso de fondos públicos
por parte del presidente para promocionar su imagen, pero él ya ha gastado unos
5 millones de dólares en precampaña, ¡más incluso que Correa! No se escatiman recursos para promocionar la imagen del banquero, pero CREO es incapaz de pagar a los encuestadores que contrató [3]. Lasso usó
ingentes sumas de dinero sólo para promocionar su libro, Otro Ecuador es posible, comprando incluso anuncios
gigantes en formato A1 en algunos periódicos.
No se puede justificar una campaña millonaria de esta índole aduciendo que sólo se busca promocionar un libro o dar a conocer su nombre. Es evidente que hay una clara intención política detrás: ganar terreno haciendo una costosa precampaña que recurra a una pulida estrategia de marketing. Lasso quiere aparacer como el candidato de la moderación, la tolerancia y la apertura, el defensor de las libertades y el promotor del desarrollo. Lo demuestra el título de su libro, Otro Ecuador es posible. Se retoma el lema de los movimientos altermundialistas, que se encuentran a las antípodas ideológicas de Lasso y que creen que "otro mundo es posible". Una manera más de confundir al elector intentando hacerle olvidar su pertenencia a la derecha. Finalmente, si Correa tiene el Estado, pues Lasso tiene un poderoso banco, Noboa tiene una bananera, Avanza tiene el IESS; mientras que Ruptura o la Coordinadora de Izquierdas disponen de escasos recursos y hacen política seria, una política de ideas.
No se puede justificar una campaña millonaria de esta índole aduciendo que sólo se busca promocionar un libro o dar a conocer su nombre. Es evidente que hay una clara intención política detrás: ganar terreno haciendo una costosa precampaña que recurra a una pulida estrategia de marketing. Lasso quiere aparacer como el candidato de la moderación, la tolerancia y la apertura, el defensor de las libertades y el promotor del desarrollo. Lo demuestra el título de su libro, Otro Ecuador es posible. Se retoma el lema de los movimientos altermundialistas, que se encuentran a las antípodas ideológicas de Lasso y que creen que "otro mundo es posible". Una manera más de confundir al elector intentando hacerle olvidar su pertenencia a la derecha. Finalmente, si Correa tiene el Estado, pues Lasso tiene un poderoso banco, Noboa tiene una bananera, Avanza tiene el IESS; mientras que Ruptura o la Coordinadora de Izquierdas disponen de escasos recursos y hacen política seria, una política de ideas.
Por otro lado, Lasso
recurre a ofrecimientos populistas que no se basan en ningún sustento técnico
sino en su popularidad. Entre las perlas está, por supuesto, la propuesta de aumentar
el bono de desarrollo humano de 35 a 50 dólares, medida que se financiaría con
el dinero que el gobierno actual gasta en propaganda. "Ni más ni menos, Lasso aplicó el peor recetario de los políticos tradicionales cada vez más aborrecidos, precisamente por sus prácticas clientelares: ofreció el cielo en cómodas cuotas mensuales pagaderas con fondos de los contribuyentes" [3]. Para un banquero
neoliberal que durante años fue acerbo crítico de cualquier tipo de subsidio, es
bastante curioso. La respuesta del presidente no se hizo esperar. Reaccionó
declarando que el aumento se lo haría antes de las elecciones, pero se lo
financiaría con las utilidades de la banca, que rompieron récords el año
pasado. Cada uno apuntó su golpe a uno de los aspectos más polémicos del otro
candidato (el excesivo gasto publicitario del presidente, la pertenencia de
Lasso al sector bancario). Luego, Lucio Gutiérrez señaló que ambos le habían
robado su idea y que él pretendía aumentar el bono a 80 dólares. Acto seguido,
el PRE también anunció lo propio. ¿Quién da más? ¿Y por qué 50 dólares para los
unos, 80 para los otros? ¿Por qué no 45, 60 o 100? Ninguno de los candidatos
justificó su propuesta con alguna razón técnica para determinar el nivel al que
era necesario aumentar el bono. Se trata simplemente de una manera de granjearse
vilmente el apoyo de las clases populares que dependen de este programa de transferencia
de efectivo. Y Lasso fue el que abrió el baratillo de ofertas. Nunca se le oyó,
además, darle un sentido más incitativo al bono, contrariamente a Alberto Acosta,
quien propuso transformarlo en una ayuda para proyectos productivos
comunitarios. Señaló igualmente que se debía condicionar su entrega a la compra
de productos de primera necesidad en los almacenes populares donde se vendan
los artículos de los pequeños productores locales, en vez de que sirva para
adquirir artículos importados.
Otra de las
viejas prácticas políticas más cuestionables son los intentos por dividir al
movimiento indígena, que ha sido, en las últimas dos décadas, el principal obstáculo
a la aplicación del ajuste neoliberal en el país. Los gobiernos de turno han
hecho lo posible por debilitar a su principal expresión, la CONAIE y Pachakutik,
ofreciendo puestos a sus principales dirigentes. Cuando Pachakutik dejó el
gobierno de Lucio Gutiérrez, este procedió a nombrar al ex presidente de la
CONAIE, Antonio Vargas, ministro de bienestar social. Por su lado, Correa reforzó su alianza con Mariano Curicama en Chimborazo a pesar de la ruptura con Pachakutik y nombró
a Ricardo Ulcuango embajador en Bolivia. Lasso no se quedó atrás y nombró a
Auki Tituaña, ex alcalde de Cotacachi, como su compañero de fórmula.
La aceptación de Tituaña no debe sorprender. Desde hace algún tiempo venía considerando que el movimiento indígena, con tal de hacerle frente al gobierno de Correa, debía acercarse a la derecha neoliberal, su adversario ideológico natural, encarnada en la persona de Jaime Nebot, y a la élite empresarial guayaquileña, representada por Joyce de Ginatta. Sin embargo, lo que llama la atención es la amplitud de su traición y de su doble discurso: mientras estaba en negociaciones secretas con Lasso, invitaba a Alberto Acosta a un recorrido por Atuntaqui y Cotacachi y estaba en conversaciones para presidir la lista de candidatos a la Asamblea Nacional de la Unidad Plurinacional en Imbabura. Tituaña finalmente renunció a presentarse como binomio de Lasso. La lección que nos deja este episodio es que las dádivas de la derecha a algunos dirigentes indígenas y la ambición personal de estos son una triste combinación (cabe especial mención para el caso de Lourdes Tibán, que independientemente de las críticas que se pueda formular contra ella, rechazó ser el binomio de Álvaro Noboa).
La aceptación de Tituaña no debe sorprender. Desde hace algún tiempo venía considerando que el movimiento indígena, con tal de hacerle frente al gobierno de Correa, debía acercarse a la derecha neoliberal, su adversario ideológico natural, encarnada en la persona de Jaime Nebot, y a la élite empresarial guayaquileña, representada por Joyce de Ginatta. Sin embargo, lo que llama la atención es la amplitud de su traición y de su doble discurso: mientras estaba en negociaciones secretas con Lasso, invitaba a Alberto Acosta a un recorrido por Atuntaqui y Cotacachi y estaba en conversaciones para presidir la lista de candidatos a la Asamblea Nacional de la Unidad Plurinacional en Imbabura. Tituaña finalmente renunció a presentarse como binomio de Lasso. La lección que nos deja este episodio es que las dádivas de la derecha a algunos dirigentes indígenas y la ambición personal de estos son una triste combinación (cabe especial mención para el caso de Lourdes Tibán, que independientemente de las críticas que se pueda formular contra ella, rechazó ser el binomio de Álvaro Noboa).
En pocas
palabras, a pesar del discurso sobre la renovación, las libertades, el
desarrollo, Lasso representa a la derecha rancia del país que, en un momento de
continua debilidad desde que Correa llegó al poder, busca nuevas estrategias
para volver al primer plano, renovando su imagen para deshacerse de los viejos
estigmas que arrastra, pero con los mismos personajes y las mismas ideas. La
derecha encontró en Lasso a su testaferro ideal: una figura presuntamente nueva
en el ámbito político, capaz de estimular la novelería del electorado, para defender
sus ideas trasnochadas. En suma, Lasso es un hombre peligroso que no debe ser
subestimado: es el nuevo avatar de lo que queda del sistema patrimonial/gremialista
de Antiguo Régimen que procesos históricos como la gesta independentista, la
Revolución liberal, la Revolución juliana y, en sus inicios, la Revolución
ciudadana fueron progresivamente desmantelando.
P.D.: Por
último, y para aligerar el tono, les recomiendo esta cuenta de Twitter si es
que prefieren reír antes que llorar: @CholassoGuille, https://twitter.com/CholassoGuille.
[1] Sobre el caso del Banco Continental, ver: Hernán Ramos, “Por los laberintos del
banquero Guillermo Lasso, I”, blog del autor: Rienda suelta. Apuntes de Hernán Ramos, 28 de septiembre de 2012, http://ramoshernan.blogspot.fr/2012/09/por-los-laberintos-del-banquero.html
[2] Verónica Potes, “Carta abierta al candidato Lasso”, Gkillcity, 21 de octubre de 2012, http://www.gkillcity.com/index.php/el-chongo/1096-carta-abierta-al-candidato-lasso
[3] "Encuastadores reclaman pago de quincena a dirigentes del movmiento CREO", Radio Tarqui, 22 de noviembre de 2012,
http://www.radiotarqui.com.ec/portal/index.php?module=Pagesetter&func=viewpub&tid=2&pid=10300
[4] Hernán Ramos, “Guillermo Lasso fue por lana, los banqueros salieron trasquilados”, Rienda suelta. Apuntes de Hernán Ramos, 21 de noviembre de 2012,
http://ramoshernan.blogspot.fr/2012/11/guillermo-lasso-fue-por-lana-los.html?spref=tw
[3] "Encuastadores reclaman pago de quincena a dirigentes del movmiento CREO", Radio Tarqui, 22 de noviembre de 2012,
http://www.radiotarqui.com.ec/portal/index.php?module=Pagesetter&func=viewpub&tid=2&pid=10300
[4] Hernán Ramos, “Guillermo Lasso fue por lana, los banqueros salieron trasquilados”, Rienda suelta. Apuntes de Hernán Ramos, 21 de noviembre de 2012,
http://ramoshernan.blogspot.fr/2012/11/guillermo-lasso-fue-por-lana-los.html?spref=tw